Mendelssohn, genio amable

En Alemania, nuevo centro musical del romanticismo sinfónico, aparece el genio de Félix Mendelssohn Bartholdy: su música busca equilibrios en un siglo de tormentos.

Mendelssohn
Por Francesco Milella Última Modificación mayo 6, 2020

En Alemania, nuevo centro musical del romanticismo sinfónico, aparece el genio de Félix Mendelssohn Bartholdy: su música busca equilibrios en un siglo de tormentos. 

Con la muerte de Beethoven y Schubert, a partir de la tercera década del siglo XIX, Viena entró en una fase marginal de su historia cultural. Las políticas de Metternich, canciller del imperio austriaco y motor de la nueva Europa post napoleónica, promovieron un inmovilismo entre naciones que terminó por afectar la centralidad sobre todo musical de Viena. Hasta la llegada de Brahms y el auge de Bruckner en la segunda mitad del siglo, Viena dejó de ser la Vindobona Felix que María Teresa de Austria había creado con sus políticas ilustradas y que Mozart y Haydn habían  transformado con su genio musical. Ahora, en una Europa más burguesa y romántica, el baricentro de la música instrumental se mueve hacia oeste, hacia las ciudades de Alemania que tanto Beethoven, originario de Bonn, como Mozart, originario de Salzburgo (en aquel entonces ciudad alemana) habían abandonado con coraje y frustración a finales del siglo XVIII para trasladarse a Viena. Nuevas ciudades fueron apareciendo en la geografía de la Europa romántica, ciudades que conocimos en la época barroca y que ahora, bajo el viento de las revoluciones, se transformaron en centros de intensa producción musical y cultural: Dresde, Leipzig, Hamburgo, Berlín, Dusseldorf, entre otras. En sus teatros y salas de concierto se forja y consolida el genio del primer compositor de esta nueva Alemania: Felix Mendelssohn Bartholdy. 

Nacido en Hamburgo en 1809, Mendelssohn comenzó a construir su sensibilidad artística desde los primeros años de su infancia gracias a una familia culturalmente privilegiada que lo acercó a los grandes filósofos y escritores de la época, desde Hegel hasta Goethe (el abuelo de Mendelssohn, Moisés, era un filósofo muy respetado). Este entorno cultural, vivo y estimulante, tuvo efectos inmediatos en su identidad musical: desde joven Mendelssohn vivió la música con un espíritu culto, curioso, generoso e internacional. Sus viajes por Italia e Inglaterra, sus amplias lecturas de literatura e historia, su novedoso interés por compositores como Bach y Handel definieron la figura de un compositor cuyo genio superó pronto las fronteras de la partitura, de la tinta y el papel, para comprometerse activamente en la sociedad alemana: en Berlín apoyó al Kaiser Francisco I para fortalecer la vida cultural de la ciudad; en Dresde, como director de la orquesta del Gewandhaus, apoyó su desarrollo y la fundación de una escuela de música. Tampoco podemos olvidar, volviendo a Bach y a Handel, la generosidad con la que Mendelssohn recuperó muchas de sus obras, como la Pasión según San Mateo ejecutada en Leipzig en 1829, y las difundió con interés y pasión. Lo mismo hizo con Schubert, genio desconocido en aquel entonces, al promover el estreno de su última sinfonía en 1839.

Su música refleja claramente muchos de estos factores a través de un lenguaje que, sin caer en elogios retóricos, podríamos definir conciliatorio y diplomático. Su catálogo, no particularmente extenso, pero sí heterogéneo por la variedad de formas (sonatas, conciertos, sinfonías, oratorios, piezas sinfónicas), revela un diálogo extraordinario entre equilibrios clásicos, incluso mozartianos, e impulsos románticos, aunque sin la aspereza e inquietud de ciertos tonos beethovenianos. Fantasía, gran inventiva melódica, equilibrio, pero también teatralidad, ímpetu sublime son los rasgos fundamentales (pero no los únicos) del arte musical de Félix Mendelssohn. No es casual que Robert Schumann, comentando su Trío con piano op. 49, se haya referido a él en los siguientes términos: ‘Es el Mozart del siglo XIX, el compositor más transparente, el primero en observar y conciliar con claridad las contradicciones de su época’

Sin embargo, este retrato de Mendelssohn no nos tiene que llevar a imaginar un compositor libre de conflictos o problemas, un musicus felix, después de las dolorosas tormentas existenciales de Beethoven y Schubert (y antes de la aún más dolorosa de Schumann). Su vida fue por largo tiempo acompañada por largas fases de depresión, sobre todo a partir de la muerte de su amada hermana y brillante compositora Fanny en 1847. A partir de ese momento su cuerpo se fue debilitando entre infartos e ictus hasta su muerte en 1849. Como compositor tuvo que enfrentarse a menudo con una creatividad inquieta y contradictoria que, sin embargo, su genio lograba conciliar con extraordinaria maestría. Al final de su vida, su lenguaje fue descubriendo nuevas asperezas y tensiones dramáticas: nuevos horizontes compositivos que su breve trayectoria musical no le permitieron desarrollar. Le perdonamos al destino esta falta de respeto hacia su genio y nos quedamos con el Mendelssohn que fue: una creatividad ordenada y amable en un siglo de tormentas y conflictos.

Francesco Milella
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