La música de Morelos tiene amplia riqueza cultural y legado histórico formados por sones, corridos y danzas populares.
Presentamos a los emblemáticos “concheros” (que deben su nombre a una especie de guitarra cuya caja de resonancia está hecha con un caparazón —o concha— de armadillo) quienes, ataviados con prendas claramente inspiradas en las que se usaban en tiempos prehispánicos y acompañados con música de sonajas, huéhuetl, teponaztli y ayoyotes o “huesos de fraile”.
Se instalan en el atrio de las iglesias para interpretar cantos y danzas con un sentido dual que refleja el sincretismo ocurrido en tiempos de la Colonia: por un lado, revivir la grandeza del pasado indígena; por el otro, rendir homenaje a algún santo del panteón católico.
Bola suriana: el corrido de Morelos
También encontramos un tipo muy particular de corrido dentro de la música de Morelos que se conoce como “bola suriana”. A mediados del siglo XIX se afirmó como canto regional en los estados de Morelos y Guerrero. Interpretados con acompañamiento de bajo quinto, las bolas surianas morelenses sirvieron durante la Revolución como periódico popular donde se narraban, en estrofas de cuatro versos con rima cruzada, las victorias y derrotas del zapatismo.
Tal vez el compositor de bolas más importante del estado sea Marciano Silva Peralta (1849-1944), quien al haber acompañado a Emiliano Zapata en muchas de sus acciones militares se convirtió en cronista de primera mano.
Sus piezas más conocidas son Las comadritas, Soy zapatista del estado de Morelos, La toma de Chinameca, La toma de Cuautla, Bola del sitio de Tlaltizapán, Historia de la muerte del gran general Emiliano Zapata y El quinto de oro. Quizá la bola más representativa del estado sea la Bola suriana [o Corrido] de la muerte de Emiliano Zapata, con música de la zacatecana Graciela Amador y letra del poblano Armando List Arzubide.
Sones, danzas y banda de viento
Complementan la tradición musical de Morelos los sones (por ejemplo El perro huesero, Chilito, La tuza y Juana, no vayas a misa), que tienen la particularidad de interpretarse con bandas de viento y los bailes particulares de cada región. Por ejemplo, el baile prenupcial que se conoce como huentle en Axochiapan o tlatenquiza en Tepalcingo, o la chonguiza de Amayuca. Algunos son de origen precortesiano (sobre todo en la sierra de Huautla y en poblaciones como Coatetelco, Cuauhtlixco y Tepoztlán).
Danzas llenas de simbolismo
Entre las danzas características del estado se encuentran la Danza de las ramas (baile ritual de petición de lluvia que se baila en Xoxocotla). La Danza de los tecuanes (representación de la cacería del tecuani, en este caso un jaguar o tigre, que también se baila en Guerrero y Puebla). La Danza de las tetelcingas, la Danza de las velas, la Danza de las pastoras (que está ligada a los festejos de la Natividad y es bailada solo por mujeres).
La Danza de moros y cristianos (que tiene como argumento la lucha entre el bien, representado por los cristianos, y el mal, simbolizado por los moros, quienes combaten al ritmo de la música interpretada por una banda de aliento, aunque en algunas regiones se siguen utilizando una flauta y un tambor).
La Danza de los vaqueritos (donde se representan las actividades agrícolas del pueblo) y, sobre todo, la famosa Danza de los chinelos (también llamada El brinco del chinelo porque los bailarines, enfundados en coloridos trajes y portando máscaras barbadas de mentón prominente, saltan ágilmente con la punta de los pies y soltando el cuerpo para parecer títeres manipulados con hilos), que se ha convertido en el baile popular representativo de Morelos.
La banda de viento tradicional
Cabe mencionar que de Morelos es una banda de viento considerada como una de las más antiguas de México: la Banda de Tlayacapan, creada en 1870 por Vidal Santamaría y consolidada por Brígido Santamaría. A lo largo de varias generaciones de músicos, esta multipremiada agrupación se ha dedicado al rescate, conservación y difusión de la música de Morelos y nacional, con lo que se ha convertido en referencia ineludible del quehacer artístico y cultural del estado.
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