Alexander Scriabin, éxtasis y fuego

En 2022 se conmemora el 150 aniversario del nacimiento de Alexander Scriabin (1872-1915), compositor y pianista ruso.

Por Música en México Última Modificación abril 4, 2022

En 2022 se conmemora el 150 aniversario del nacimiento de Alexander Scriabin (1872-1915), compositor y pianista ruso.

Hijo de un abogado cuya esposa fue una pianista brillante, desde muy joven Alexander se reveló como pianista prodigioso: estudió piano en el conservatorio de Moscú y composición con Taneyev y Arensky. Su primer editor le patrocinó una gira por Europa en 1896. Se estableció en Suiza en 1903 y emprendió una gira por los Estados Unidos en 1906-07, donde encontró un nuevo editor y el patrocinio de Serge Koussevitsky, el entonces célebre director de orquesta. Desde 1905 había estado bajo la influencia de la mística y teosofía de Madame Blavatsky. Consideraba que sus obras a partir de esa fecha eran preparaciones para un “misterio extático supremo” que acompañaría un cataclismo final. En 1910 realizó una gira por Rusia con la orquesta dirigida por Koussevitsky, y en 1911 presentó sus obras con otro famoso director Mengelberg y la Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam. Visitó Londres en 1914 para interpretar su obra Prometeo, tocar su concierto para piano y ofrecer recitales. Efectuó una nueva gira por Rusia en 1914 y cayó enfermo; murió de septicemia a raíz de un tumor en el labio.

Fue compañero de estudios de Sergei Rajmaninov en Moscú, pero su carrera fue en una dirección totalmente distinta a la de su compatriota. Visto desde fuera, parece que se concentró fundamentalmente en la composición de obras para piano, lo que no resulta raro dadas sus excelentes aptitudes pianísticas. Pero tras unos comienzos chopinianos se apartó cada vez más de esa presencia, dejándose influir por las especulaciones teosóficas para realizar su utopía de una obra de arte global que redimiera el mundo: un “misterio” en el que todas las artes y percepciones sensoriales deberían unificarse en una especie de supra-sinfonía. En el curso de esta evolución encontró un lenguaje armónico de marcada individualidad que impregnó cada vez más todas sus creaciones. El sueño de su “misterio” permaneció escondido entre sus borradores y proyectos.

Scriabin obtuvo un gran éxito con su temprano concierto para piano y orquesta en fa sostenido menor. También sus obras para orquesta alcanzaron pronto una buena acogida, sobre todo la sinfonía núm.3 Le Divin Poeme (El poema divino), en la que ya se percibe el camino hacia nuevas formas y tonalidades. Las posteriores composiciones Poeme de l’extase (Poema del éxtasis) y Prometeo-Poeme du feu (Prometeo-Poema del fuego) se pueden calificar como sinfonías o poemas sinfónicos.  

En Prometeo-Poeme du feu se vislumbra algo de la idea del “misterio”, pues Scriabin pone junto al piano solista un coro y un “piano coloreador” – un instrumento inexistente que debía producir distintos efectos luminosos. Si bien diferentes artistas han experimentado con las teorías de Scriabin sobre los tonos y los colores, no existe hasta ahora una resolución definitiva.

La música para piano, que ocupa la mayor parte de su obra creativa, siguió en sus inicios la estela de Fréderic Chopin y Franz Liszt. Las formas y el modo de expresión del romanticismo temprano se condensan en los primeros preludios, valses, sonatas y estudios. Pero Scriabin se va liberando poco a poco de esos modelos, y al menos desde la quinta sonata para piano, que es de la época del Poema del éxtasis (1905-08), resulta innegable que ha encontrado su propio estilo. Los títulos de las composiciones hablan por sí solos: la séptima sonata lleva el subtítulo Misa blanca (1911); la novena debía ser entonces una Misa negra (1913); junto a éstas aparecen un Poeme satanique (Poema satánico), otro poema – Vers la flamme (Hacia la llama) – y diferentes piezas para piano cuyo contenido esotérico es evidente.  

Las primeras obras de Scriabin están fuertemente influenciadas por Chopin y Liszt. Conforme desarrolló sus teorías muy personales su armonía se tornó más audaz en sus obras para piano, utilizando acordes construidos de cuartas y segundas, a veces alcanzando lo que se ha llamado “atonalidad impresionista”. Su obsesión por las ideas extra-musicales ha distraído la atención de las indudables y excelentes cualidades de su música. Se interesó – como otros – por la relación entre la música y los colores. Inició una serie de investigaciones sobre el tema – muy subjetivas – en colaboración con   Alexander Mozer. Llegaron incluso a diseñar un original instrumento musical cromático que proyectaba luces y combinaciones de colores diferentes, a partir de un teclado ordinario. El aparato – que algunos denominaron “clavelux” – no pasó más allá de la simple curiosidad anecdótica.

Scriabin escribió 3 sinfonías (1900, 1901 y la tercera, denominada Poema divino, de 1904); poemas sinfónicos (Poema del éxtasis, 1908; Prometeo, Poema del fuego, 1910, también denominadas Sinfonías no. 4 y 5, respectivamente); un concierto para piano, de 1896; y un amplio repertorio de obras para piano (sonatas, preludios, estudios, valses, impromptus, mazurkas) que han sido y siguen siendo interpretadas por los pianistas más sobresalientes.

Fuente: Michael Kennedy, Oxford Dictionary of Music, Oxford/New York, Oxford University Press, 1985; Eckhardt van den Hoogen, El ABC de la música clásica, México, Taurus Santillana Ediciones Generales, 2011.

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