Sinfonía no. 3 op. 43 de Alexander Scriabin

La Tercera sinfonía de Scriabin, también conocida como "El poema divino", fue compuesta entre 1902 y 1904 y se interpretó por primera vez en París en 1905, bajo la dirección de Arthur Nikisch.

Por Música en México Última Modificación abril 24, 2022

Orquesta Sinfónica de Galicia, dirige Dima Slobodeniuk

La Tercera sinfonía de Scriabin, también conocida como “El poema divino”, fue compuesta entre 1902 y 1904 y se interpretó por primera vez en París en 1905, bajo la dirección de Arthur Nikisch. Varias veces descrita como un poema sinfónico en tres movimientos, la obra marca un gran paso adelante en el progreso de Scriabin hacia un lenguaje completamente individual. Aún quedan gestos y rasgos estructurales que recuerdan las influencias anteriores que pesaron mucho en sus dos primeras sinfonías. Sin embargo, ahora están completamente absorbidos por el propio intento de Scriabin de dar expresión musical a, como él mismo dijo, “la evolución del espíritu humano, que, arrancado de todo un pasado de creencias y misterios alcanza una afirmación alegre e intoxicada de su libertad y su unidad con el universo.”

“El poema divino” comienza con una breve introducción, que presenta el tema del doble lema de la obra: una portentosa frase declamada en el bajo, seguida de una figura de trompeta ascendente. Estas frases se repiten una y otra vez a lo largo del curso de la pieza, en diversos contextos y formas. En el primer movimiento, Luttes (Luchas), Scriabin emplea los temas y estados de ánimo contrastantes de la música para expresar conflictos humanos y espirituales, en un notable flujo de emociones. Con más de 20 minutos, es el movimiento más grande que compuso en su vida.

El tema principal del segundo movimiento, Voluptés (Delicias), ya se ha escuchado en el transcurso del primero. La escritura orquestal muestra un refinamiento exquisito; hay pasajes en los que Scriabin convierte su orquesta en un vasto conjunto de solistas, cada uno de los cuales aporta pequeños detalles a una compleja red de sensaciones. Después de las luchas del primer movimiento y las delicias del segundo, la divina levedad del final apunta a la más rara de las combinaciones: grandeza y humor juntos. La música pasada se recuerda, se absorbe y se transforma en una textura precipitada y saturada, donde Scriabin extrae el mayor sonido posible de las fuerzas orquestales.

Fuente: hyperion-records.co.uk

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