El círculo de Beethoven (1825-26)

Sir George Smart, que el 21 de marzo de 1825 había dirigido el estreno en Inglaterra de la Novena Sinfonía de Beethoven

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Por Música en México Última Modificación julio 28, 2021

Sir George Smart, que el 21 de marzo de 1825 había dirigido el estreno en Inglaterra de la Novena Sinfonía de Beethoven, visitó al compositor más tarde ese mismo año, y su diario relata dicho evento como sigue:

“Viernes, 9 de septiembre… Entonces fuimos a la tienda de música de los Mecchetti, que también son editores, y compramos tres piezas para Birchall… El Sr. Holz, que ocupa un cargo público y es buen violinista, entró y dijo que Beethoven había llegado de Baden esa mañana y estaría en casa de su sobrino Karl Beethoven, joven de 20 años, en el # 72 de Alleegasse. . . A las 12 llevé a Ries al Hotel Wildemann, donde estaba hospedado el Sr. Schlesinger, comerciante de música de París, porque el Sr. Holz me había dado a entender que Beethoven estaría ahí. Y ahí lo encontré, y me recibió con halagos. Se habían reunido muchos profesores para escuchar el segundo de los cuartetos nuevos de Beethoven, que aún estaba en manuscrito y que ya había comprado el Sr. Schlesinger. Ese cuarteto dura tres cuartos de hora, y lo tocaron dos veces. Los cuatro ejecutantes fueron Schuppanzigh, Holz, Weiss y Lincke. El cuarteto, que es muy cromático, tiene un movimiento lento titulado “Acción de gracias de un enfermo curado a la Divinidad”. Supongo que Beethoven hacía alusión a sí mismo, porque a principios de este año estuvo muy enfermo. El compositor dirigió a los ejecutantes quitándose el saco para hacerlo, pues había mucha gente en el salón y hacía mucho calor. Como cierto pasaje staccato no se expresaba de manera satisfactoria a su vista (porque, lamentablemente, es sordo), tomó el violín de Holz y tocó el pasaje, sólo que lo hizo un cuarto de tono más bajo. Durante la función tuve la oportunidad de examinar la partitura. Todos le prestaron la máxima atención, habían unas catorce personas, de ellos conocía a Bochm (violín), Marx (violoncelo) y Carl Czerny, también el sobrino de Beethoven. El socio de Steiner, otro comerciante de música, estaba asimismo ahí, Determiné que visitaría a Beethoven en Baden el domingo, y partí a las 2:25.”

“Sábado 10 de septiembre. .. Antes de este recorrido turístico me detuve en Artaria para recoger la música de Birchall, que pagué, y a mi regreso encontré la tarjeta de visita del Conde Stanhope y también una de Schlesinger, el de París, con un mensaje diciéndome que Beethoven estaría en su hotel al día siguiente a las 12:00, así que abandoné el proyecto que Schlesinger me había preparado de ir a Baden a visitar a Beethoven.”

“Domingo 11 de septiembre.. . De aquí seguí a las habitaciones de Schlesinger en el Wildemann, donde había una partida más numerosa que en la ocasión anterior. Entre ellos estaba el Abad Stadler, un anciano encantador y buen compositor de la escuela antigua, a quien me presentaron. También estaban una alumna de Moscheles, Madeimoiselle Eskeles, y una Mademoiselle Cimia que tengo entendido es músico profesional. Cuando entré C. Czerny, Schuppanzigh y Lincke acababan de comenzar el Trío, op. 70, de Beethoven, y después tocaron el Trío del op. 97 del mismo compositor, ambos impresos individualmente por Steiner. Prosiguieron con el cuarteto de Beethoven, el mismo que escuché el 9 de septiembre tocado por los mismos ejecutantes. Beethoven estaba sentado cerca del piano, llevando el tiempo con la mano durante la ejecución de sus piezas. La mayor parte de los invitados se fue cuando terminó la música, pero Schlesinger me instó a que me quedase para cenar con el grupo formado por las siguientes personas: Beethoven, su sobrino, Holz, Weiss, C. Czerny (que se sentó al fondo de la mesa), Linck Jean Sedlatzek, Schlesinger, Schuppanzigh (que se sentó a la cabecera) y yo. Beethoven llama ‘Sir John Falstaff a Schuppanzigh, y en vista de la figura de ese violinista no está mal.”

Grabado del siglo XIX que representa la primera interpretación de la Novena Sinfonía en Viena. Beethoven se encuentra en el centro de la orquesta detrás del director.

“La cena fue muy agradable, y hubo brindis al estilo inglés. Beethoven estuvo encantadoramente alegre, y aunque se mostró dolido porque en la carta que me dio Moscheles se había mezclado su nombre con los de otros profesores, pronto se le pasó. Le complació mucho y sorprendió un poco ver que, en el programa del oratorio que le di, habían tocado la misma tarde Cristo en el Monte de los Olivos y su Sinfonía de la ‘Batalla’. Le di el libro y el programa del oratorio, y por medio de su sobrino me invitó a visitarlo en Baden el viernes siguiente. Después de la cena lo persuadieron para que improvisara al piano, y entonces me preguntó en francés: ¿Sobre qué tema tocaré?, a la vez que tocaba en el instrumento un cierto tema. Yo respondí: ‘Sobre eso mismo’, Y así improvisó durante unos veinte minutos de la manera más extraordinaria, a veces fortissimo, pero lleno de genio. Cuando se levantó al terminar de tocar parecía haberse agitado mucho, Nadie podría haberse mostrado más agradable que él; estaba lleno de chistes y sumamente alegre. Todos le escribimos por turno, aunque si gritamos cerca de su oído izquierdo nos oye un poco. Beethoven hizo observaciones muy severas respecto al príncipe regente, sin tener presente el obsequio de la partitura de su Sinfonía de la ‘Batalla’. Su sobrino comentó cuánto sentía que su tío no hubiese tenido a nadie que le explicase el contrato tan lucrativo que le había ofrecido la Sociedad Filarmónica desde hace un año. He pasado un día sumamente encantador. Schlesinger es muy agradable; conoce a Weber y a la familia de Franz Cramer. A las siete caminé un poco con Carl Czerny, que dice que Neate le ha enseñado a hablar inglés. Entonces fui a su casa y toqué cuatro o cinco duetos con él; son composiciones inteligentes, pero no fáciles. Él fue el profesor del joven Liszt. A las nueve me fui sólo a casa, después de prometer que iría a casa de Czerny el miércoles por la tarde.”

“El viernes 16 de septiembre el joven Ries vino a las ocho y media de la mañana y fuimos de Mödling a Baden en un coche alquilado. La distancia es de unas seis millas al sur de Mödling y de dieciséis al suroeste de Viena. La jornada nos costó cinco florines en papel moneda y tardó como una hora. Después de caminar por el parque y hacer una visita breve a los baños fuimos a las habitaciones de Beethoven, como sus invitados. Están ubicadas de manera muy curiosa, ya que en una gran plazoleta frente a su casa han montado un circo de madera para la equitación. Beethoven ocupa cuatro aposentos muy grandes comunicados entre sí y amueblados a la genius, en uno de los cuales está el gran piano, completamente desafinado, que le regaló Broadwood, y en el cual están escritos, además de la línea en latín, los nombres de J. Cramer, Ferrari y C. Knyvett. Beethoven tocó los temas en el piano para darme el tiempo de muchos de los movimientos de sus sinfonías, incluyendo los de la Coral, cuya ejecución, según él, sólo demora tres cuartos de hora. El grupo que estaba presente, es decir, Holz, el violinista aficionado y Karl Beethoven, el sobrino, así como el joven Ries, convinieron en que la función de Viena no tomó más tiempo, pero yo lo considero absolutamente imposible. Parece que en Viena tocaron el recital con cuatro violonchelos y dos contrabajos solamente, lo que indiscutiblemente es mejor que tocarlo todo con los bajos. Tanto Beethoven como nosotros criticamos muy merecidamente la muestra de fugas que imprimió Reicha, y Beethoven me habló de una misa que había compuesto, pero que aún no publicaba. Tuvimos una larga conversación sobre temas musicales, que por mi parte tuve que sostener por escrito. Sé que tiene muchos deseos de viajar a Inglaterra. Beethoven ordenó a su cómica cocinera que preparase la cena, dijo a su sobrino que se ocupase del vino y los cinco fuimos a hacer una caminata. Beethoven ocupó casi siempre la delantera, y mientras caminaba tarareaba algún aire… Al regresar a las dos hicimos una comida muy curiosa, y tan abundante que seguían entrando platos aun cuando nosotros ya nos íbamos porque, lamentablemente, estábamos bastante apurados por tomar la diligencia de las cuatro, que era la única que iba a Viena esa tarde… Escuché a Beethoven decir: ‘veremos cuánto es capaz de beber el inglés’, sólo que en esa prueba él fue quien llevó la peor parte…”

Otro visitante que tuvo Beethoven ese año fue Gerhard von Breuning, hijo de Stephan von Breuning, un antiguo y fiel amigo suyo desde la juventud, aunque en sus relaciones habían habido altibajos. Al final de la vida del compositor, Gerhard se encontró frecuentemente con él y nos ha dejado esta vivaz descripción de las impresiones que recibió:

“En cierta ocasión mi madre le dijo a mi padre que ella no podía comprender cómo Beethoven, que no era ni bien parecido ni elegante, sino alguien de aspecto descuidado y desaliñado, había sido tan favorecido por las damas, mi padre le contestó que a pesar de todo eso, siempre ha sido afortunado por las mujeres. Y en todo lo relativo a las mujeres, Beethoven mostró invariablemente sentimientos nobles y elevados, fuese el asunto amistad o amorío.”

“Una vez visité a Beethoven en su casa de la Ungargasse, cerca del ‘Precipicio’. Lo encontré de pie ante el piano y con las manos en el teclado. Cuando me vio dio un golpe al teclado, se rió y se apartó. Con ello quiso indicar que no iba a tocar algo para mi, y yo no le pedí que lo hiciera.”

“Aunque todos sus asuntos domésticos estaban perfectamente al corriente (Fra von Breuning había puesto gran orden en los asuntos domésticos de Beethoven), en su habitación privada había el mismo caos de siempre. Sus documentos y posesiones estaban llenos de polvo, regados por doquier, y pese a que su ropa blanca era de asombrosa blancura y limpieza y se aseaba constantemente, sus trajes seguían sin cepillar. La frecuencia inusitada a sus baños quizás haya sido, en alguna época pasada, la causa determinante o el origen de su sordera, posiblemente por alguna inflamación reumática, y no esa predisposición a los males intestinales que tan frecuentemente ha sido citada. Siempre había tenido la costumbre, cuando pasaba mucho tiempo sentado al escritorio componiendo y sentía que se le calentaba la cabeza, de ir al jarro de agua y vaciarlo sobre la cabeza, para después de haberse refrescado así, y sólo habiéndose secado ligeramente, regresar a su composición o inclusive salir al descubierto para hacer una breve caminata. Todo eso lo hacía muy apresuradamente, para no cortar el vuelo de su imaginación. ¡Cuán poco pensaba entonces en secar su espesa cabellera, la cual goteaba tan copiosamente que sin darse él cuenta de ello, inundaba el piso hasta atravesarlo y humedecer el techo de los que vivían en el piso de abajo! Con el tiempo eso hizo enojar a los otros inquilinos de la casa donde vivía, al conserje y, finalmente, al propietario, quien en cierta ocasión llegó a pedirle que buscase otro alojamiento.”

“A Beethoven le gustaba que lo invitaramos a cenar, y frecuentemente nos enviaba pescado, sobre todo cuando ordenaba que compraran para él en el mercado, ya que ése era uno de sus platos favoritos y, cuando a él le gustaba algo, también le gustaba compartirlo con sus amigos.”

“La apariencia exterior de Beethoven, debido a la indiferencia para con la ropa tan peculiar en él, lo hacía llamar mucho la atención cuando salía a la calle. A ello hay que sumarle que generalmente se ensimismaba en sus propios pensamientos y hablaba consigo mismo, y que a menudo, cuando caminaba solo, gesticulaba con los brazos. En caso de salir acompañado hablaba muy fuerte y animadamente y, como su acompañante tenía que responderle escribiendo en su cuaderno de notas, con frecuencia era necesario interrumpir el paseo. Por sí no era suficiente, el compositor se hacía aún más conspicuo porque muchas veces recurría a la mímica para responder.”

“De esta suerte, casi todos los que encontraba en su camino se volteaban para mirar cuando él pasaba, y los muchachos de la calle llegaban a burlarse de él y gritarle. Por ese mismo motivo a su sobrino Karl le apenaba salir con Beethoven, y una vez dijo sin miramientos al tío que le avergonzaba acompañarlo por la calle debido al aspecto de loco que el compositor presentaba. Fue el propio Beethoven quien nos relató este comentario, y al hacerlo se mostró profundamente dolido y herido. Por mi parte, yo me sentía orgulloso de que me permitiera exhibirme acompañando a un hombre tan grande.”

“Cuando Beethoven llegaba a su casa tomaba su sombrero de fieltro, aunque estuviese chorreando de lluvia, lo sacudía ligeramente (costumbre que siempre siguió en nuestra casa, sin preocuparle lo que estuviese en el recibidor) y lo colocaba de golpe en el gancho más alto de la percha. Esa costumbre había destruido la forma plana original de la copa, que se había combado hacia afuera, y como lo cepillaba muy poco o no lo hacía en absoluto, ni antes ni después de llover, sino simplemente lo ponía a secar de nuevo, el sombrero había adquirido un aspecto mate permanente. El sombrero lo inclinaba hacia atrás todo lo que podía para que le dejase libre la frente y los cabellos grises y desordenados que, como tan atinadamente describe Rellstab, ‘no eran ni rizos ni lacios, sino una mezcla de ambos’. Ahora bien, como se ponía el sombrero muy hacia atrás sobre la cabeza, que mantenía erguida, la parte trasera del ala chocaba contra el cuello de la levita, la que a su vez ascendía hasta tocarle la nuca, con lo que se plegaba el ala del sombrero hacia arriba, mientras que el contacto continuo entre el ala y el cuello de la levita parecía dar a ésta un aspecto desgastado, Los dos frentes desabrochados de su levita, especialmente los de la azul con botones de latón, se abrían y le daban en los brazos, en particular cuando caminaba en contra del viento. Las dos largas puntas de su corbata blanca, anudada alrededor del cuello ancho y volteado hacia abajo de su camisa, le colgaban sobre los hombros, y encima de eso pendía el lente que usaba para mitigar su miopía. Por otra parte, las colas de su saco siempre estaban bastante cargadas, porque amén del reloj, que frecuentemente colgaba de un lado, en el bolsillo del otro guardaba una libreta doblada y su libreta de conversación con un grueso lápiz de carpintero, misma que usaba para comunicarse con los amigos y conocidos con quienes se encontrase. Y esto no es todo. En épocas anteriores, cuando todavía le servía para algo, llevaba su corneta de oído. El resultado de todo esto era que el peso de las libretas alargaba mucho las colas del saco que las contenía, además de que la frecuencia con que sacaba y metía todo en el bolsillo, aunada al peso de las libretas, hacía al bolsillo colgar hacia un lado visiblemente deforme.”

Böhm, Josef Daniel: Beethoven, ganzfigurig, um 1822 – Abdruck nach Silberplatte

Betthoven, dibujo de Joseph Böhm

“El dibujo a tinta tan conocido (el de Böhm, porque aparentemente Lyser no terminó el suyo sino hasta después de muerto Beethoven) nos da una idea bastante buena de la figura de Beethoven, aunque nunca usaba el sombrero tan ladeado como lo presenta dicho dibujo con su exageración habitual. Es ésta la descripción del aspecto de Beethoven que ha quedado impresa indeleblemente en mi memoria. Ese aspecto presentaba cuando con frecuencia lo veía desde nuestra ventana, como a eso de las dos de la tarde -su hora de comida-, en el momento de venir solo desde Schottentor para cruzar el ‘Precipicio’, donde ahora está la iglesia Votiva, caminando como siempre con la cabeza y el cuerpo proyectados (mas no doblegados) hacia adelante. O yo mismo podía venir caminando con él.”

Fuente: Los grandes maestros de la música clásica. Ediciones Fratelli Fabbri

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