Concierto para piano y orquesta no. 1 op. 15 en do mayor
Khatia Buniatishvili, piano
Orquesta Filarmónica de Israel, dirige Zubin Metha
Beethoven se trasladó a Viena en 1792 y enseguida inició una exitosa carrera como pianista. Como llegaba con una carta de presentación del conde Waldstein y una invitación para estudiar composición con Haydn, ingresó sin ningún problema en los círculos musicales. Poco tiempo tardaron los vieneses en darse cuenta de que se habían beneficiado con la llegada de un nuevo virtuoso. Sin embargo, en lo que a composición se refiere, Beethoven solamente era considerado como un discípulo de Haydn.
Hacia mediados de la década de 1790, la fama de Beethoven se había difundido más allá de Viena, y pudo realizar giras de conciertos a otros países. Ejecutó su Primer concierto para piano en Praga, en 1798. Su reputación como compositor comenzó a extenderse con las repetidas interpretaciones de sus propias composiciones. Sus primeras obras, compuestas para uso propio, eran sonatas para solista y piezas de cámara, pero también estaba empezando a escribir música para piano y orquesta.
El Primer concierto para piano no fue, en realidad, su primera obra de este tipo. El Concierto no.2 en si bemol fue compuesto dos años antes, pero el concierto en do mayor fue publicado en primer lugar y, por lo tanto, fue numerado primero. Además, existe un concierto en mi bemol que Beethoven escribió a la edad de catorce años, mucho antes de llegar a Viena. También hay un concierto en re y un rondó en si bemol para piano y orquesta, que datan, aproximadamente, de 1795. Beethoven intentó mantener el denominado Primer concierto para su uso particular, y no permitió su publicación hasta 1801. Para entonces, ya empezaba a dejar su carrera como solista y quería dedicarse más a la composición.
El modelo de Beethoven era Mozart, quien se había convertido en el orgullo de Viena después de su muerte. El competidor más poderoso de Beethoven era un recuerdo. De los conciertos de piano de Mozart, Beethoven tomó sus conceptos de oposición equilibrada entre solista y orquesta, la claridad de formas y el virtuosismo del teclado destinado a hacer sobresalir al solista. El Primer concierto fue el último donde Beethoven se apegó a sus modelos.
La oposición dramática del núcleo de la obra aparece de inmediato, cuando las cuerdas contrastan un tema poderoso con una escala rápida, ambos separados totalmente por silencios. Otra fuente de contraste es el gran número de temas diferentes introducidos durante la exposición orquestal. Cuando finalmente entra el piano, lo hace como catalizador para conciliar los extremos. Las escalas se convierten en la fuente de virtuosismo pianístico. Es especialmente dominante la transición hacia la recapitulación: el piano y los cornos alternan repeticiones del tema inicial, que gradualmente queda reducido a lo más básico.
El segundo movimiento explora una florida escritura para piano. A pesar del tiempo extremadamente lento, el piano se mueve en figuraciones rápidas y elegantes. Sin embargo, ésta estudiada sofisticación pronto se desvanece ante la despreocupada inocencia del tema del rondó final, introducido por el piano. El primer tema secundario es igualmente encantador, en especial debido a sus acentuados tiempos débiles. El segundo tema secundario también es atractivo: es en tono menor, y está tratado como un rondó en miniatura en sí mismo, hasta con sus propias ideas secundarias. Hacia el final, la música se detiene gradualmente mientras repite el motivo inicial. Una pequeña cadencia sobre un acorde sostenido para cuerdas reduce el tempo hasta llegar a un adagio para un solo de oboe. Tal vez no lo sospechemos, pero el piano ya ha salido definitivamente y el concierto está próximo a su fin. Termina seis compases después, con un súbito retorno al tempo de allegro.
Fuente: hagaselamusica.com
Concierto para piano y orquesta no. 2 op. 19 en si bemol mayor
Martha Argerich , piano
West-Eastern Divan Orchestra dirige Daniel Barenboim
El concierto en si bemol mayor lleva el No. 2 porque fue impreso y publicado en Diciembre de 1801 como el segundo de Beethoven. Sin embargo, cronológicamente hablando y prescindiendo del concierto en mi bemol WoO4 escrito en Bonn en la juventud del compositor, del que sólo ha sobrevivido la parte del solista, éste es el primer concierto para piano de Beethoven. El concierto en si bemol también data de los años de Beethoven en Bonn. Como han demostrado recientes investigaciones, Beethoven probablemente escribió una primera versión de esta pieza ya entre 1787 y 1789. En 1793, poco después de su llegada a Viena, Beethoven modificó el concierto (añadiendo, por ejemplo, un nuevo rondó final) y lo interpretó por primera vez para una audiencia privada. Al parecer, todavía no estaba satisfecho, y en 1794 y 1798 revisó la partitura. “En consecuencia, Beethoven trabajó en esta composición durante aproximadamente una década”, concluye el investigador de Beethoven Konrad Kuster. “En el proceso de composición, esto no deja de ser un problema; supone recordar las razones que hubo tras las decisiones compositivas tomadas en el pasado, reconsiderar los primeros juicios, e intentar encontrar un equilibrio entre las nuevas ideas y el material que ya había sido registrado por escrito.”
El Segundo concierto no carece de sustancia ni de nuevas ideas, aunque Beethoven se lo ofreció a su editor por sólo diez ducados “porque no creo que sea una de mis mejores obras”. Al oído, el concierto es un sucesor de los últimos conciertos para piano de Mozart. El primer movimiento (Allegro con brio) abre con una larga introducción orquestal, ricamente desarrollada con alegres ritmos punteados. En la primera cesura (c. 40) Beethoven sorprende al oyente con una de sus “violentas” modulaciones, cambiando de forma inesperada a la tonalidad de re bemol mayor. También es interesante que el piano solo, al menos en su primera entrada, no parezca adoptar ningún elemento de ese tema. De hecho, los motivos en el solo y las voces orquestales están vagamente relacionados.
El Adagio es un movimiento lleno de nobleza lírica y calma meditativa. Se divide en dos secciones, siendo la segunda una variada repetición de la primera, con ricas figuraciones galantemente entrelazadas con las líneas temáticas. Beethoven pensó en algo realmente especial para concluir el movimiento: una especie de recitativo en solitario en el que el piano expresa por sí mismo un “discurso musical” exclusivamente monologado, pero muy expresivo.
El Rondó final da una nota aún más llena de vida, con obstinados acentos sincopados y un tono brillante. Estos sforzati, que dan a la música un impacto humorístico. Y el comienzo de la coda trae realmente una sonrisa en los labios, presentando el mismo obstinado tema del principio del movimiento, esta vez virtuosamente enfatizado y expresado de una manera recatada.
Fuente: Werner Pfister, nota publicada en https://conciertoseneldelibes.wordpress.com/2015/10/14/beethoven-concierto-para-piano-y-orquesta-no-2/
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