La “Aeolian Company Ltd” encargó a Igor Stravinski en 1917 la composición de una partitura para sus célebres pianolas, tan de moda por aquella época. Se trata, como es sabido, de un ingenioso sistema neumático que acciona mecánicamente los macillos de un piano según se programa en un rollo de papel perforado, en el que está “grabada” la obra.
Para tan singular encargo, Stravinski, que aún tenía frescos los gratos recuerdos cosechados en Madrid en su reciente visita de 1916, escribió una breve obra de apenas dos minutos y medio, precisamente titulada “Madrid”, que tiene un extraño carácter ibérico-castizo-andaluz; está dedicada a Eugenia Errazuriz, anfitriona chilena de su estancia en Madrid. La obra para pianola fue también editada posteriormente en versión para orquesta (1928) y mucho después, en versión para dos pianos (1951).
Fuente: José Luis Temes, Apuntes anecdóticos de historia de la música, Ediciones Línea, Madrid, 1983.
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