Beethoven: La salud empeora (1812-1818)

En 1812, cuando la preocupación por su salud le hizo visitar los baños de Teplitz, ya su sordera era sumamente grave

Por Música en México Última Modificación julio 28, 2021

Vamos llegando a uno de los periodos más llenos de problemas en la vida de Beethoven. En 1812, cuando la preocupación por su salud le hizo visitar los baños de Teplitz, ya su sordera era sumamente grave, Por lo que se refiere a su prestigio, jamás había disfrutado de situación tan favorable: apreciaban sus obras más que nunca, e indudablemente que fue su salud y no la falta de estimulo la responsable de cierta disminución de su fecundidad durante los dos años siguientes. El año de 1812 fue muy productivo. En mayo y octubre de ese año terminó dos sinfonías, la Séptima y la Octava, y entre una y otra encontró tiempo para producir Las ruinas de Atenas, que si bien no es una sus máximas obras sigue siendo menos apreciada de lo que merece, porque está llena de cosas buenas. A la edad, de cuarenta y dos años, el compositor estaba físicamente en la cúspide de sus poderes (frecuentemente olvidamos que a esa edad Beethoven había compuesto todas menos una de sus sinfonías). En 1813 lo persuadieron de que fuese visitar otra vez a una ciudad balneario, esa vez Baden. El archiduque Rodolfo estaba ahí en tal ocasión, y al enterarse de que el compositor había llegado le escribió:

Estimado Beethoven: 

Me dio mucho gusto leer en tu carta del 27 del mes pasado, que no recibí sino hasta anteanoche, de tu llegada a mi amada Baden. Si tienes tiempo espero verte mañana por la mañana, ya que los pocos días de mi estancia aquí han traído tantos beneficios a mi salud que, sin temor alguno de efectos adversos, me siento de nuevo capaz de escuchar y hasta tocar algo de música. Si tu permanencia en esta ciudad tan saludable y hermosa produce el mismo efecto benéfico en tu condición, se habrán cumplido cabalmente mis intenciones al hacerme cargo de tu alojamiento.

Tu amigo,
Rodolfo
Baden, el 7 de julio de 1813

Cuadro que muestra a los amigo de Beethoven, Schindler, Steiner, Vogler y van Swieten, en la casa del compositor. (Biblioteca Nacional Austriaca, Viena)

Esa carta nos da alguna idea del afecto personal que su alumno y patrocinador sentía por Beethoven. En ese tiempo el compositor estaba lleno de preocupaciones tanto financieras como de salud, y sus obras exigían enormes esfuerzos de él, con el consecuente descuido de la debida alimentación. Estaba en ese momento tratando de ayudar económicamente a su hermano Karl, así como de aconsejarlo vehementemente en contra de su cuñada, a quien no sólo despreciaba, sino que detestaba y consideraba mala influencia para su hijo Karl, sobrino de Beethoven. Schindler escribió: “Según los informes de Frau Streicher, que también pasó el verano de 1813 en Baden, la condición física general de nuestro compositor era muy descuidada. Carecía de ropa buena, especialmente de camisas y ropa interior. No se sabe si tal negligencia se debía a su absorción total en su trabajo, o a su hermano Karl, por quien Beethoven sentía responsabilidad constante. Quizás ambos hayan tenido la culpa”. En una nota al pie, Schindler cita un cri de coeur (“grito del corazón”) que Beethoven confió a su diario el 15 de mayo de 1813: “Detenerme completamente sería gran hazaña. ¡Ay, cuán diferente sería eso de la vida tan llena de holganza que tan frecuente mente parezco estar llevando! iAy, circunstancias horribles que no menoscaban mis deseos de ser frugal, sino mi capacidad para practicar la frugalidad! Ay Dios, Dios, torna tu vista hacia el infeliz B. y no dejes que esto siga así!” 

La incoherencia misma de este asiento es muy reveladora, aunque resulta difícil adivinar su significado.

El año de 1814 vio la dolorosa revisión de “Fidelio”, una de las tareas más arduas que Beethoven acometió jamás, y que él mismo describió como mucho más difícil que componer una obra nueva. El 27 de febrero el compositor dirigió otro de los enormes conciertos, a los cuales de cuando en cuando dedicaba sus energías. Esa vez el programa fue el siguiente:

Séptima Sinfonía en La mayor
Tremate empi: Trío para soprano, tenor y bajo
Octava Sinfonía en Fa mayor
La batalla de Vittoria

Tanto la Séptima Sinfonía como La batalla de Vittoria se habían tocado antes, el mes de diciembre anterior, con gran éxito, más las otras dos obras iban a estrenarse. En realidad, el éxito del concierto de diciembre había propiciado su repetición en enero, y tanto en esa ocasión como en la de febrero se puso a disposición de Beethoven el gran Salón Redoutensaal de Viena. La Sinfonía de La batalla de Vittoria (que no era una sinfonía en el sentido ordinario) es la única obra que Beethoven compuso simplemente para ganarse la vida, y a pesar de ello creó furor. La compuso originalmente para un instrumento mecánico ideado por Maelzel (inventor del metrónomo), y después la orquestó. Schindler, que asistió a todas las funciones, dice del Redoutensaal: “Este salón ofrecía la oportunidad de ejecutar por primera vez la multiplicidad de sutilezas que había compuesto en La batalla. Desde los largos corredores y salones opuestos se escuchaba cómo los ejércitos enemigos avanzaban uno hacia el otro, creando una ilusión asombrosa de la batalla. Estuve presente, y puedo atestiguar que el entusiasmo del auditorio, acrecentado por las emociones patrióticas debidas a la victoria recién ganada, alcanzó proporciones abrumadoras”. Poco después, Beethoven se lanzó a una amarga y costosa batalla legal contra Maelzel por la propiedad de La batalla de Vittoria. Esa lucha, unida a los diversos costos que implicaban los conciertos, y a los problemas familiares, agravó aún más sus circunstancias económicas. En esa época la moneda austríaca había disminuido a la quinta parte de su valor anterior, así que su anualidad no era nada con respecto a lo que había representado antes. Y no sólo esto. En 1812, Kinsky pereció en un accidente cuando montaba a caballo, y no fue sino hasta 1815 que la anualidad que le correspondía fue devuelta a Beethoven. Ninguno de los otros contribuyentes (el príncipe Lobkowitz el archiduque Rodolfo) pudo aumentar su contribución respectiva, así que no debe sorprendernos que como compositor Beethoven hubiese producido menos en esa época que en las anteriores.

Estatua de Beethoven en Bonn.

En noviembre de 1815 falleció Karl, el hermano de Beethoven, después de designar a éste como cotutor de su hijo Karl, a la sazón de unos nueve años. Eso nos demuestra cuán poca confianza debe haber tenido el hermano del compositor en su esposa. La designación se tiene que haber debido a eso, o a que Karl fue tan estúpido como para creer que había algo respecto a lo cual Ludwig y su mujer podrían estar de acuerdo. No lo había, y lo primero que hizo Beethoven fue retirar al niño de la influencia de su madre, acto que ella impugnó ante los tribunales, en acción salvajemente librada. El fallo fue favorable a Beethoven, pero sólo señaló el comienzo de una lucha larga y continua, costosa en términos de dinero, de enemistades y de dolores del corazón. No fue sino hasta 1820 que se terminó de resolver el asunto, cuando Beethoven convino en que la madre también tendría derechos como tutora, y acceso limitado al niño. Mientras tanto, el compositor habla pagado tanto la educación del niño como gran parte de los gastos legales. 

Únicamente se puede sentir lástima por los tres protagonistas de ese drama tan penoso: por la madre, que obstante su carácter personal (y sin duda que el criterio de Beethoven sobre ella era bastante preciso), tiene que haber sufrido mucho; por el compositor mismo, que se hundía cada vez más profunda e inextricablemente en arenas movedizas legales y emotivas, y se obstinaba en hacer caso omiso de los

consejos de amigos que tenían mayor experiencia del mundo; y por el objeto patético de todo el enredo, el infeliz niño.

Fuente: Los grandes maestros de la música clásica. Ediciones Fratelli Fabbri

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